El 19 de octubre de 2025 quedó grabado en el calendario de la feligresía venezolana, y muy especialmente en el de los devotos larenses. Fue el día en que la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, se tiñó con los colores de nuestra bandera y el fervor inconfundible de nuestra gente, para ver cómo el Dr. José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles eran elevados a la gloria de los altares, convirtiéndose en los dos primeros santos de Venezuela.
La jornada, más que una ceremonia religiosa, fue un acto de profunda conexión para un país que lleva años aferrado a la fe y a la esperanza de la mano del «Médico de los Pobres» y de la incansable fundadora de las Siervas de Jesús.

El ‘Larense’ Presente: Rostros Conocidos en la Ciudad Eterna
La distancia entre el bullicio de Barquisimeto y la solemnidad del Vaticano se acortó gracias a una delegación del estado Lara que viajó para ser testigo directo de este momento que la Iglesia Universal le regaló a Venezuela. Entre la multitud que colmaba la Plaza, se hicieron sentir personalidades de nuestra región.
Estuvo presente la licenciada Carmen Julia Leal, presidenta de Cortulara, llevando consigo, simbólicamente, la calidez y la tierra de la capital musical. También la Dra. Linda Amaro, directora del Hospital Central Antonio María Pineda, quien con su presencia honró el legado de servicio y la vocación médica de San José Gregorio Hernández. La juventud de Iribarren estuvo representada por Esleiter Pérez, presidente del Instituto Municipal para la Juventud. La representación del poder legislativo regional se hizo sentir con la presencia del diputado David Freitez, del Consejo Legislativo del Estado Lara (CLEL), quien viajó para acompañar este histórico momento que une a la fe y al pueblo venezolano.

Pero quizás uno de los gestos más cercanos y que más resonó en las redes sociales locales fue el del Alcalde de Palavecino (Cabudare), Derby Guédez, quien no solo asistió, sino que hizo de su viaje una misión de oración por su terruño y por la nación.
Desde allá, Guédez usó sus plataformas para compartir un mensaje que tocó la fibra sensible del gentilicio: «Estamos aprovechando esta ocasión única para orar profundamente para que continúe la paz y la felicidad del pueblo venezolano», escribió. Y no olvidó a su municipio: «También estaremos orando por nuestro vecino Palavecino». Un compromiso de fe que, más allá de lo político, se sintió como el ruego de un larense por su gente.

La Alegría de la Espera que Rindió Frutos
La canonización de estos dos íconos venezolanos no es un evento fortuito; es la culminación de años de peticiones, la constatación de milagros y, sobre todo, la recompensa a una devoción popular que nunca flaqueó.
Para nosotros, en Barquisimeto, donde la fe se vive con la intensidad de la Divina Pastora, tener a un médico y a una religiosa venezolanos, ahora declarados santos, significa un espaldarazo a esa esperanza diaria. Es un mensaje claro: la santidad, el servicio desinteresado y la dedicación al prójimo son virtudes que nacen y florecen en nuestra propia tierra.
En cada rincón de Barquisimeto y Cabudare, miles de personas siguieron la transmisión, muchos con lágrimas en los ojos, recordando al médico que curaba sin cobrar y a la madre que dedicó su vida a educar y servir. Sus nombres, ahora oficialmente inscritos en el libro de los santos, son un faro de luz para toda Venezuela.