“Aquí sigo. Ya son casi 50 días en el aeropuerto, y contando…”, afirma Hassan al Kontar, ciudadano sirio, en mensajes de voz enviados por WhatsApp desde la zona de tránsito del aeropuerto internacional de Kuala Lumpur (Malasia), donde lleva “atrapado” desde el pasado 7 de marzo. El hombre, de 36 años, se ha visto en semejante tesitura debido a un embrollo de infortunios e incumplimientos legales desde que dejó Siria en 2006 para desplazarse a los Emiratos Árabes Unidos (EAU).

Al Kontar, que asegura haberse marchado de Siria para evitar cumplir el servicio militar, pasó varios años trabajando en Emiratos sin problemas, hasta que irrumpió la guerra en Siria en 2011. Según su versión, narrada también a tramos en vídeos que cuelga en las redes sociales, a partir de entonces empezó a tener dificultades legales; en 2012 la embajada de Siria en EAU rechazó renovarle el pasaporte, y en 2017 acabó siendo deportado a Malasia, uno de los países que permite conceder un visado directo a la llegada al aeropuerto a los ciudadanos sirios.

Malasia le concedió tres meses de estancia con visado de turista, que acabó excediendo. Sin posibilidad de regresar a Siria, que ha entrado en el octavo año de conflicto con un saldo de más de medio millón de muertos, y donde además es objeto de una orden de arresto por su incumplimiento del servicio militar, compró un billete para intentar desplazarse a un nuevo país, esta vez Ecuador.

Su objetivo se vio frustrado en poco tiempo. Por una razón que dice desconocer, la aerolínea Turkish Airlines no le permitió embarcar en el vuelo, de modo que se vio de vuelta en Kuala Lumpur. Tras pagar una multa en Malasia por haber extendido ilegalmente su estancia y ser incluido en la lista negra de inmigrantes en el país asiático, lo que le impide continuar viviendo allí, decidió emprender rumbo a Camboya, otro de los países en los que en principio los ciudadanos sirios pueden lograr un visado en el aeropuerto.

Pero en Camboya Al Kontar asevera que le confiscaron el pasaporte y le hicieron volar de vuelta a Malasia. Siempre según su versión, ni las autoridades camboyanas ni las aerolíneas implicadas le dieron explicaciones. Al respecto, fuentes del Ministerio de Inmigración de Camboya aseguraron al diario Phonm Penh Post que los visados a los ciudadanos sirios podrían ser rechazados si no cumplen los “requisitos gubernamentales”, sin más especificaciones.

Desde entonces, 7 de marzo, se encuentra en la zona de tránsito del aeropuerto internacional 2 de Kuala Lumpur, ante la imposibilidad de vivir legalmente en Malasia. Su día a día es calamitoso, según describe en sus vídeos. “¿Dónde se podría uno duchar aquí, por ejemplo?”, lamenta. Su higiene se limita a refrescarse en los lavabos de los aseos del aeropuerto. Duerme sobre una manta y come lo que le ofrecen las aerolíneas. Durante las pasadas semanas se ha puesto en contacto con embajadas, organizaciones de derechos humanos y agencias de la ONU para explicar su situación. “Estoy hablando con ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados),  pero no me han prometido nada”, avanza por mensaje de voz. Asegura que, desde que está en el aeropuerto, personal de dicha agencia le ha ido a visitar solo una vez.

Por su parte, ACNUR ha confirmado en un comunicado “estar al corriente del caso” y haberse puesto en contacto tanto con él como con las autoridades malasias para buscar soluciones.

Mientras, Al Kontar utiliza las redes sociales para buscar ayuda, anticipar que no va a aceptar ninguna solución temporal y divagar sobre la situación de sus compatriotas. “¿Qué significa ser sirio? Significa estar solo, ser débil, rechazado, detestado…”, denuncia en un vídeo. Mensajes fúnebres que alterna con comentarios jocosos. “Me he puesto en contacto con Guinness para saber cuál es el máximo tiempo que una persona ha estado atrapada en un aeropuerto… Siento pronostica que voy a ganar el récord”.