Ágabo, el Profeta Mago

Su nombre aparece en la Biblia en dos ocasiones, y fue uno de los hombres que aspiraban ser pretendiente de la Virgen María

Ágabo nació en el siglo I en Antioquia (actualmente Siria), y según la tradición es uno de los setenta discípulos del cristianismo primitivo, considerado Profeta y venerado por diversas confesiones cristianas.

Parte de su vida la dedicó a la magia como fuente de ingreso cotidiana; y creyendo que sus “habilidades místicas” le darían ventaja, se presentó con el resto de los varones de la casa de David, convocados para elegir el pretendiente de la Virgen María. Pero aquella ciencia falaz no fue capaz de florecer la vara, signo que indicaba al futuro marido de María; la vara florecida fue la de San José.

San Ágabo

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Al darse cuenta que la magia no era aquello que realmente buscaba, se retiró al Carmelo a vivir como ermitaño y a ofrecer penitencia por su vida pasada; allí construyo una pequeña iglesia dedicada a la Virgen María y luego descendió del Carmelo a predicar el Evangelio.

Su nombre aparece en la Biblia, en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, en dos ocasiones; la primera (He 11, 27-28): “Por aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Ágabo, daba a entender por el Espíritu, que ciertamente habría una gran hambre en toda la tierra. Y esto ocurrió durante el reinado de Claudio“; y la segunda (He 21, 10-11): “Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Ágabo, quien vino a vernos, y tomando el cíngulo de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cíngulo, y lo entregarán en manos de los gentiles”.

Profecia de San Ágabo

Aquel Profeta del que nunca antes se había oído en el Evangelio, predice la hambruna que ocurrió en el año 45 y la prisión de San Pablo; luego se pierde en la memoria su nombre, para finalmente aparecer entre el grupo de los primeros discípulos que recibieron el Espíritu Santo junto con los Apóstoles en Pentecostés. Su misión culminó en el año 58 cuando fue martirizado por anunciar el mensaje de Jesucristo.