En 2019, la vida de Naylet Montañez de Suárez se vio sacudida por un diagnóstico de cáncer de matriz. Seis años después de una operación que marcó un antes y un después, Naylet da testimonio de una sanación que atribuye, con una fe inquebrantable, a la intercesión del Dr. José Gregorio Hernández.
Su historia no solo es un relato de lucha médica, sino un profundo testimonio de fe, en el que el apoyo incondicional de su esposo, Alexander Suárez, fue fundamental para superar la adversidad.
«El cáncer no está en mi cuerpo y no es mi dueño»
Desde el momento del diagnóstico, Naylet asumió una postura de firmeza ante la enfermedad. «El cáncer fue en el nivel de la matriz, me hicieron una histerectomía, pero desde el principio, yo dije: el cáncer no está en mi cuerpo y no es mi dueño, él sale de mi cuerpo», comenta con convicción.


Tras realizarse los exámenes correspondientes, la fecha de la operación fue fijada para el 30 de mayo de 2019 en el hospital anticanceroso. La espera fue corta, pero la carga emocional inmensa.
«El día de la operación, yo estaba nerviosa y ansiosa, son muchas cosas que le pasan a uno por la cabeza», recuerda Naylet. Fue en ese estado de vulnerabilidad que asegura haber vivido una experiencia que trascendía la realidad.
La visita en la Sala de Espera
Horas antes de la cirugía, Naylet describe un estado de «estar uno dormido, pero en el sueño usted abre los ojos y sabe que está en la realidad». En ese umbral, asegura que sintió una presencia: el Dr. José Gregorio Hernández.
«Él estaba vestido como médico, con su bata blanca, estetoscopio y sus manos para atrás. Sentí su cercanía y eso fue lo que hizo que yo despertara». Su esposo, Alexander, siempre atento, había colocado una estampita del beato debajo de su almohada.
La presencia en el quirófano
El clímax de su testimonio ocurre al momento de ser trasladada al quirófano. Naylet relata el recuerdo vívido de la sala de operaciones, justo antes de ser sedada.
«Recuerdo estar acostada como lo ponen a uno para la operación y recuerdo a todos conversando, los médicos, la anestesiólogo, el instrumentista… de repente la instrumentista le pregunta al doctor que me iba a operar que quién acomodó los instrumentos, él le respondió que eso estaba así desde la noche. Recuerdo que el doctor se acercó, puso sus manos en la cintura, luego cruzó los brazos y miraba los instrumentos, pero con un asombro que yo digo que solamente él sabe, porque lo hacía».


Tras ese momento, Naylet cayó dormida por la anestesia. Al despertar, la noticia fue el mayor alivio y la confirmación de su fe. La operación había concluido exitosamente. El médico, con resultados que Naylet considera un milagro, le comunicó: «Te saqué pruebas para ocho biopsias, al hacerle los exámenes las ocho salieron negativas».
Hoy, a seis años de la operación, Naylet Montañez es una mujer sana, cuya vida está dedicada a difundir su experiencia. «Hasta el sol de hoy no tiene cupo en mi cuerpo ni en mi vida porque el que tiene fe, ahí no hay cupo para el mal testimonio», afirma.
Para Naylet, su sanación no es un golpe de suerte, sino la materialización de la fe. «Es la fe, es la intención que tú pongas en aquello, es lo que yo pienso».
La historia de Naylet Montañez de Suárez es un vibrante testimonio de esperanza y una reafirmación del fervor popular venezolano hacia el Dr. José Gregorio Hernández, cuya intercesión sigue siendo invocada como fuente de sanación.
Carla Martínez / Noticias Barquisimeto