La inmensa vocación de servicio que definió al Dr. José Gregorio Hernández no nació en los grandes laboratorios de Europa, sino en los valores sembrados por su familia en la sencilla Isnotú, estado Trujillo.
Si queremos entender la raíz de su caridad y su profundo humanismo, debemos mirar hacia quienes lo formaron. Los pilares de esa educación fueron sus padres: Benigno María Hernández Manzaneda, un comerciante de la región andina, y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, dedicada enteramente a las labores del hogar, a la crianza de sus hijos y a transmitirles la fe que moldearía su destino.
La unión de Benigno y Josefa se oficializó el 22 de octubre de 1862. Los datos históricos sugieren que se conocieron y enamoraron en un contexto de conflicto, la Guerra Federal, que azotaba al país. Se relata que, en su juventud, Benigno y Josefa huyeron de la persecución de la guerra para buscar paz en las montañas trujillanas, estableciéndose finalmente en Isnotú.

En este hogar andino, de profundos valores humanos y cristianos, Benigno y Josefa concibieron a seis hijos, siendo José Gregorio el segundo, nacido el 26 de octubre de 1864.
Aunque la vida de Josefa Antonia Cisneros Mansilla fue breve, su huella en el futuro beato fue profunda e indeleble. Ella falleció prematuramente en agosto de 1872, justo antes de que José Gregorio cumpliera los ocho años, pero el tiempo fue suficiente para sembrar la semilla.
Fue ella quien le transmitió las primeras lecciones de aprendizaje, el catequesis y, sobre todo, un amor inquebrantable por Jesucristo. Este profundo cimiento espiritual y moral, forjado en la infancia, fue la guía silenciosa que, años más tarde, impulsaría su inagotable caridad y definiría su vida entera como médico.

Por su parte, el padre, Benigno Hernández, fue el responsable de trazar la ruta de la superación profesional. Aunque José Gregorio, de joven, quería estudiar Derecho, fue Benigno quien lo motivó a seguir la carrera de Medicina, con la convicción de que debía superarse para poder servir mejor a los demás.
Este sello familiar, que combinó la fe y el servicio de la madre con la visión de superación del padre, fue el fundamento sobre el que José Gregorio Hernández construyó su desarrollo humano y cristiano hasta convertirse en el prócer civil más querido de la historia venezolana.
Carla Martínez / Noticias Barquisimeto