El Legado que Resiste: «Menudo Botas» cambió la fábrica por el remiendo para seguir calzando a la Policía

Si usted alguna vez ha visto a un oficial de la policía o de la Guardia Nacional caminando por las calles de Barquisimeto con unas botas impecables, o si conoce a algún funcionario que hable de un par de botas que le han durado «una eternidad», es muy probable que detrás de ese calzado esté la mano de Carlos Eduardo Pérez, un hombre mejor conocido como «Menudo Botas».

Desde hace tres décadas, la vida de Carlos y su negocio, Fabripol, se entrelazaron con los uniformes y la seguridad del estado Lara. Una historia que no comenzó con un gran plan de negocios, sino con lo que él llama un «golpe de suerte» que se convirtió en su gran pasión.

El «Golpe de Suerte» Frente a la Catedral

Todo arrancó, literalmente, frente a la casa de Carlos. En el estacionamiento de la Catedral de Barquisimeto se daban los entrenamientos de un curso de la Policía. Un día, un funcionario encargado de la seguridad, de apellido Pérez Ojeda, le lanzó el reto: «Me dijo que le hiciera un modelo de botas a los muchachos para ver qué tal les va», cuenta Carlos. El resultado fue inmediato: a los cadetes les gustaron, Carlos vendió sus primeras botas, y el negocio, como él lo dice, «empezó a caminar».

Pero el verdadero despegue llegó con la figura del Comandante Rodríguez Figuera, quien estaba formando un grupo táctico. Carlos recuerda con especial claridad a Atalido Ken, un funcionario imponente, «tipo de 1.90 mts, que tenía diferentes cursos de submarinismo, paracaidismo, era un táctico de verdad.»

Atalido se acercó a «Menudo Botas» con una petición: «Hacerme un par de botas militares bien bonitas porque iba a hacer un curso de paracaidismo en la Base Aérea Landaeta Gil».

El día que Atalido saltó, esas botas hechas en Barquisimeto causaron sensación entre sus compañeros. «Cuando él hace su salto y cae, los oficiales le preguntaron dónde había comprado esas botas», relata Carlos. La respuesta desató una avalancha.

«Recuerdo que el lunes pasa un autobús que dice Fuerte Terepaima, y se paran aquí y me llegó la bendición. Se bajaron como 40 oficiales, pidieron botas y fue un regocijo porque arrancó este negocio«, rememora con brillo en los ojos.

De 70 Pares Diarios al Legado Familiar

En esos años de gloria, Fabripol vendía al menos 70 pares de botas diarios y llegó a tener un equipo de 20 personas trabajando. Carlos tumbó su casa vieja, construyó una de tres pisos y un galpón, compró más maquinaria y la producción se disparó. «Nos hicimos populares, por decirlo así», afirma con humildad.

El éxito no se quedó solo en su taller. Con un préstamo producto del negocio, Carlos financió a uno de sus hermanos, Pablo Pérez, con máquinas y materia prima para que iniciara su propio negocio de equipamiento para oficiales, justo al lado de Fabripol. Hoy, ambos negocios son referentes en la región, vistiendo y equipando a quienes resguardan a los larenses.

«Mis hijos crecieron con este trabajo, les di educación, sigo criando a mis nietos», dice Carlos, destacando que el mayor logro fue sacar a su familia adelante.

El «Criollo» que Resuelve en la Calle

Hoy, el panorama ha cambiado. La llegada de botas importadas ha mermado la producción. Sin embargo, Carlos se mantiene firme con un espíritu inquebrantable y una filosofía muy criolla: «Yo sigo siendo el pionero aquí en Barquisimeto y sigo siendo el criollo porque yo resuelvo aquí.»

Su empatía con los funcionarios es evidente y forma parte de su «resolver»: «Llega una persona un lunes preguntando por el precio de las botas que son 40 y me dice que tiene 30, se las vendo. Y allí nos ayudamos tanto el funcionario como yo, porque ahorita la gente no trabaja para enriquecerse, trabaja es para sobrevivir…»

Su conexión con el cuerpo policial es tan fuerte que al pasar por cualquier alcabala, es común escuchar un «¡Epa, Fabripol, repárame esta bota, el chalequito!»

De Fabricar a Remendar: La Nueva Realidad Venezolana

El trabajo de «Menudo Botas» ha tenido que adaptarse a la realidad económica del país. Antes, un funcionario venía, se quitaba las botas, las botaba «en la papelera» y se llevaba un par nuevo. Ahora, la historia es muy diferente.

«Tras el poder adquisitivo del venezolano las cosas cambiaron… llegan los funcionarios a pedirme que les repare las botas y bueno depende de lo que se requiera es el costo de la reparación. Ahora muchos vivimos del remiendo, como quien dice, y es la situación país que ha cambiado la mentalidad de muchos», explica Carlos con pragmatismo. Es el arte de la reparación el que ahora mantiene viva la llama de Fabripol y, por extensión, la comodidad de muchos uniformados larenses.

Carlos Eduardo Pérez, el humilde zapatero que conoció hasta a María Isabel de Chávez cuando fue a comprarle botas a su hija, envía un mensaje claro a todos los emprendedores de Lara:

«Aquí no hay que desmayar, hay que seguir. Si tienes sueños tienes que alcanzarlos y si tienes metas las tienes que lograr, no te puedes desmayar porque la situación esté difícil. Todo negocio al principio es difícil, sea de lo que sea. Humildemente, así como ves este huequito aquí, produce lo que tiene que producir y viste y calza al policía».

Fabripol sigue en la pelea, porque como bien dice su fundador, «el policía sigue contribuyendo aquí a la casa a que yo siga en la pelea.» Un pequeño taller en Barquisimeto que ha forjado la huella, paso a paso, de quienes nos cuidan.

Oriana Lorenzo / Noticias Barquisimeto