La ley parece haberse quedado en la gaceta. Para los estudiantes y abuelos de Barquisimeto y Cabudare, el derecho a un pasaje preferencial es, en la mayoría de los casos, letra muerta. La frase que resuena en las paradas y dentro de las busetas es una sentencia sin apelación: o pagas completo, o te bajas. El reciente aumento del pasaje a 40 bolívares, lejos de ordenar el sistema, ha encendido la mecha de un conflicto diario que enfrenta a los más vulnerables con transportistas que imponen su propia ley.
El equipo de Noticias Barquisimeto recorrió varias de las arterias viales más concurridas de la ciudad y el murmullo de la queja se convirtió en un grito al unísono. En la transitada parada de la avenida Venezuela, con el sol del mediodía pegando fuerte, una estudiante universitaria nos relata la frustración que vive casi a diario. «Es una lucha constante. Ellos no nos aceptan que le pasemos por pago móvil o efectivo la mitad del pasaje; siempre se les dice que somos estudiantes, que nuestro derecho es pagar la mitad, y aún así no nos montan», cuenta mientras espera una ruta que, con suerte, la acepte.

La humillación no distingue de niveles educativos. Unas paradas más allá, un joven con su uniforme de quinto año de bachillerato aprieta los libros contra su pecho como si buscara un escudo. Su experiencia fue más allá del simple rechazo. «Yo pagué la mitad y el colector me rayó la madre. Delante de todo el mundo. Después de eso, le pagué el resto, pero aunque uno cargue el uniforme, no les importa, no nos aceptan la mitad del pasaje», relata Jean Durán.
El caso se repite con nombres y rostros distintos, pero con el mismo fondo. Greimer Martínez lo resume en una frase que lo dice todo: «Hay veces que pago el pasaje estudiantil y me bajan porque tengo que pagar 50 bolívares».

Si para la juventud la situación es cuesta arriba, para los abuelos el camino es aún más empinado. La exoneración del pasaje para la tercera edad es, para muchos transportistas, una leyenda urbana. En una esquina, esperando un bus que la acerque a su casa, una adulta mayor nos confiesa con resignación: «mija, yo doy lo que tengo».
La misma suerte corre una pareja de abuelitos que esperaba una ruta hacia Carorita. «Nosotros a veces pasamos los 40 y no nos los aceptan, porque los colectores son muy repugnantes. A veces sí y otras veces no, es según como se levanten. Y si no nos montan, tenemos que sacar el pasajito de donde no tenemos, porque para la casa hay que llegar», comentaron, reflejando en sus rostros el cansancio de una batalla que no pidieron librar.
El problema, sin embargo, parece ser más profundo que el irrespeto al pasaje preferencial. Es un caos de tarifas y de trato. Norma Escalona, quien esperaba en la parada de las rutas que van hacia el Norte de la ciudad, lo confirma. «Esto ha sido un desastre esta semana. Algunos cobran 50, otros 60, 80 o hasta un dólar, depende de la hora y de la cara que te vean. También he visto cómo tratan mal a los adultos mayores y simplemente no los montan, aceleran y los dejan ahí parados».
Así transcurre la jornada para miles de guaros. Entre la necesidad de moverse por la ciudad y la arbitrariedad de un sector que parece operar sin supervisión.
Oriana Lorenzo Noticias Barquisimeto