La proliferación de dispositivos móviles y cámaras ocultas ha expuesto a la sociedad a un peligro cada vez más latente: las grabaciones no consensuadas. Este delito, que invade la privacidad de las personas sin su consentimiento, no solo tiene graves consecuencias legales, sino que deja profundas heridas psicológicas en sus víctimas, un «trauma silencioso» que a menudo pasa desapercibido.
La Dra. Andrea Ruíz, psicoterapeuta especialista en trauma, señala que esta forma de agresión va más allá de la mera violación de la intimidad. «La violación de la intimidad a través de grabaciones no consensuadas no solo afecta la privacidad de la persona, sino que puede desencadenar una serie de trastornos psicológicos, incluyendo ansiedad y depresión», afirmó la especialista.
La reacción inicial de una víctima es una mezcla devastadora de angustia, humillación y vergüenza. El sentimiento de haber sido expuesto llevar a un profundo dolor emocional. La Dra. Ruíz explica que las víctimas a menudo se sienten «despojadas de su dignidad, sucias, avergonzadas y degradadas», lo que puede llevarlas a aislarse y a evitar el contacto social.

Una de las consecuencias más graves, y que afecta el núcleo de las relaciones humanas, es la pérdida de confianza. «Las grabaciones no consensuadas son una forma de violencia que puede dejar cicatrices emocionales profundas. Las víctimas a menudo sienten que su vida ha sido invadida, lo que puede llevar a una crisis de identidad», advierte la psicoterapeuta. Esta desconfianza se extiende a amigos, familiares y parejas, transformando al mundo en un lugar percibido como hostil y peligroso. La paranoia se convierte en una constante, llevando a las víctimas a revisar espacios en busca de cámaras ocultas.
El miedo a que el material sea difundido en internet genera un estrés constante que puede desencadenar trastornos de ansiedad y ataques de pánico. La sensación de impotencia puede derivar en depresión, con la pérdida de interés en actividades cotidianas e incluso con pensamientos suicidas. Además, la agresión ataca directamente la autoestima y la imagen corporal, afectando la intimidad sexual y llevando a un rechazo del propio cuerpo.
El impacto psicológico no desaparece con el tiempo. El trauma puede persistir por años, afectando el bienestar general y las relaciones personales. Es en este punto donde la sociedad y el sistema legal deben actuar.

La Dra. Ruíz hace un llamado a la sociedad barquisimetana para cambiar la narrativa. «La estigmatización de las víctimas agrava su sufrimiento. Es fundamental que como sociedad trabajemos para eliminar la culpa y el juicio que a menudo enfrentan quienes han sido grabados sin su consentimiento».
El proceso de sanación, si bien complejo, es posible con el apoyo adecuado. «La terapia puede ayudar a restaurar la confianza en sí mismos y en los demás», enfatiza la psicoterapeuta. Su mensaje final es claro y conciso: «Es fundamental desestigmatizar a las víctimas. En lugar de culparlas, debemos enfocarnos en el agresor y en cómo la sociedad puede prevenir que estos actos ocurran».
La lucha contra las grabaciones no consensuadas requiere un compromiso colectivo. Es fundamental fomentar el respeto por la privacidad y apoyar a las víctimas, creando un entorno donde la dignidad de cada persona sea prioridad. Solo así podremos construir una sociedad más justa y segura.
Carla Martínez / Noticias Barquisimeto