Entre las brumas de los Andes venezolanos, donde el viento silba secretos y la neblina oculta los pasos, vaga el espíritu de Luz Caraballo. Su nombre, susurrado con respeto y temor, encierra una historia de amor, pérdida y sacrificio. Cuenta la leyenda que Luz perdió todo cuanto amaba, y desde entonces, su alma permanece atrapada entre el pasado y la eternidad.

Cuando los vientos de la guerra llamaron a su puerta, dos de sus hijos partieron junto a Simón Bolívar, siguiendo “un hombre a caballo” que prometía libertad. Pero aquella despedida se convirtió en un abismo de incertidumbre. Nunca más los volvió a ver. Poco después, su esposo también fue reclutado, dejando a Luz en soledad, con el peso de la ausencia y la agonía. La desesperación tomó forma y, según los lugareños, enloqueció, transformándose en la figura errante que hoy persiste.
Un día, en medio de su tormento, soldados españoles llegaron buscando información sobre el paradero de Bolívar. Luz, con mirada perdida pero astucia intacta, señaló un rumbo equivocado, desviándolos del destino del Libertador y, con ello, de sus propios hijos. Desde entonces, su espíritu deambula por los caminos de Chachopo a Apartaderos, envuelta en violetas de mayo y carneritos de enero, esperando encontrarlos.

Entre los habitantes de Apartaderos, pocos se atreven a cruzar los senderos solitarios de noche. Don Tomás, un anciano con una historia marcada por el encuentro con la Loca Luz Caraballo, narra su experiencia con solemnidad. Según cuenta, mientras atravesaba el camino hacia Chachopo en una fría noche, la neblina se hizo tan densa que parecía absorber el sonido.

Entonces la vio: una mujer espectral, encorvada, vestida con flores marchitas y una mirada que atravesaba el alma. Murmuraba nombres, como si los buscara, como si los reclamara al viento. Antes de desvanecerse, su figura fantasmagórica señaló hacia el horizonte con un gesto desesperado. Desde ese momento, Don Tomás asegura que aquel encuentro fue una advertencia, un mensaje de una madre que jamás abandonará la búsqueda de los suyos.
Don Tomás explica que cada luna llena deja violetas en los senderos para apaciguar el alma errante de Luz Caraballo. “Es mejor mostrar respeto”, dice, “porque aquel que ignore su lamento podría cargar con su maldición”.
NB